domingo, 8 de mayo de 2016

Nuevas sensaciones

Más de dos horas sin parar de correr. A un ritmo lento pero constante. Desde mi casa en el barrio de San Basilio de Murcia, hacia Molina de Segura; cruzando la huerta; el campus universitario de Espinardo; la Vía Verde del Noroeste, trazada sobre la antigua vía de tren que enlazaba Murcia con Caravaca; un túnel apenas iluminado tras el que asoma La Ribera de Molina. Me desvío azarosamente del camino por senderos que atraviesan montes, pinares y vaguadas. Observo detenidamente la puesta de sol, el paisaje, una bandada de pájaros perfectamente sincronizados en su vuelo elegante y parsimonioso, una ardilla que huye rauda y veloz, el aroma y los sonidos de la Naturaleza que se muestra en todo su esplendor.

   Sentir que tu propio cuerpo te permite recorrer un largo camino sin apenas esfuerzo y con la mente relajada, abierta a nuevas sensaciones y a entrañables recuerdos de otras experiencias similares: mi primera Carrera Popular de 6 km, mi primera y única Media Maratón hace ya dos años por la huerta de Murcia, los largos paseos en bici de montaña también por la Vía Verde, recorriendo distancias de más de 100 km en un solo día; la amistad y complicidad con otros corredores y ciclistas con los que compartimos la pasión por el ejercicio físico. La primera vez que salí a correr y tan sólo pude aguantar un par de kilómetros. La facilidad con la que se gana en resistencia con un poco de constancia y disciplina, saliendo a correr dos o tres veces por semana.

   La vida nos regala continuamente nuevas sensaciones, a través del encuentro afectuoso con otras personas, con la Naturaleza, la buena lectura, el cine, la música, el trabajo bien orientado a potenciar el bienestar y la felicidad de los que nos rodean. Y nosotros, en justo agradecimiento, procuramos cuidarnos, ilusionarnos y vivir con la intensidad que facilitan nuestras múltiples capacidades en el ámbito físico, mental y espiritual.   

lunes, 25 de abril de 2016

Instantes mágicos

Instantes mágicos. Breves pero intensos en emociones. Suena una balada romántica y la invito a bailar. Sin conocernos de nada sentimos cómo la música nos envuelve en su cadenciosa melodía, fundidos en un abrazo y dejándonos llevar. Surgen entonces las miradas cómplices, las risas y las caricias en perfecta armonía con el ritmo musical. Mirándola a los ojos intuyo su nacionalidad.  

   – ¿Eres polaca, búlgara, de Hungría…?
   – ¡Soy rumana!, me increpa sonriente y sin dejar de bailar…

   Nicoleta vivió en Murcia hace algunos años, aunque ahora reside en Bucarest, trabajando de recepcionista en un hotel. Enamorada de Murcia y los murcianos, decidió disfrutar de su mes de descanso en nuestra ciudad, hospedándose en casa de una buena amiga también rumana. Hoy era su último día de vacaciones y nos despedíamos hasta el año que viene, en el que prometió regresar.

   Hoy domingo, ya lunes  de madrugada,  regreso a casa feliz de haberme  escapado a  bailar, aunque sólo fuese por una hora o poco más. Feliz por el encuentro inesperado, y nostálgico por lo efímero de los instantes mágicos, imposibles de atrapar en su totalidad. 

domingo, 24 de abril de 2016

Alumnos egresados

La conocí hace algunos años, como alumna en la Facultad de Psicología, pero entonces me pasó un tanto desapercibida. Coincidir de nuevo con ella, a través de una amiga común, me pareció fascinante, por su belleza, elegancia, porte profesional y, sobre todo, su encantadora sonrisa. Contrasta su elevada estatura con su sencillez, cercanía y amabilidad exquisitas. ¡Cómo pasa el tiempo! Y cómo la vida te regala el reencuentro con brillantes alumnos que hoy son prestigiosos profesionales de la Psicología.  

lunes, 28 de marzo de 2016

A mi padre en el día de la "Pascua de Resurrección"

El pasado Viernes Santo, de madrugada, murió mi padre, Francisco, de forma sigilosa, casi imperceptible, mientras dormía en su casa y le sobrevino un inesperado y fulminante ictus cerebral. Hoy, Domingo de Resurrección,  “celebrábamos” en familia y rodeados de excelentes amigos el paso de la muerte a la Vida, con los imborrables recuerdos de un hombre bueno, que nos transmitió los valores que hoy nos han dado la fuerza para superar el doloroso trance de la pérdida de un ser tan querido.

   Hombre de profundas convicciones religiosas, Francisco supo encandilarnos con su afecto, empatía, sencillez y sabiduría, consciente de que la vida era un regalo de Dios que debíamos saber aprovechar, desde el amor al prójimo, a la Naturaleza y al trabajo bien hecho, pensando en el bien de los demás. Siempre sonriente, sereno y exquisito en el trato personal, nos enseñó el secreto de una vida plena y auténtica, basada en su espíritu de servicio para procurar la felicidad de su familia, amigos, conocidos, compañeros y clientes en su actividad laboral.

   Siendo un niño durante la funesta Guerra Civil española, comprendió desde el principio que la vida era una lucha incesante, donde el esfuerzo personal y el cariño en el núcleo familiar, configuraban el apoyo necesario para superar y sobrevivir a las dificultades que continuamente nos depara la vida. Desde la pérdida de su primera esposa, hasta las enfermedades propias y de sus seres más queridos, Francisco siempre tuvo claro que aquí estábamos de paso, que la muerte era algo muy natural, y que la fe en Dios que con tanto esmero nos había transmitido, debía confortarnos y hacernos fuertes ante la adversidad.

   Murió sin ser consciente de su marcha a la otra Vida eterna, con la misma discreción con la que disfrutó de esta vida, con el rostro apacible de quien descansa completamente relajado, satisfecho y orgulloso de los que fuimos su familia, sus amigos y del ser humano en su esencia. Porque comprendió que todos tenemos algo magnífico que aportar y que nuestro deber en la vida es potenciar lo mejor de los demás. 

   Muchísimas gracias, papá, por habernos enseñado el valor de la unidad familiar, del espíritu religioso, la bondad, la amistad y el trato amable, cariñoso y generoso con todas las personas que se cruzan en nuestra vida, y que merecen nuestro máximo respeto por su gran dignidad.   

  

sábado, 5 de septiembre de 2015

Trabajos Fin de Grado (TFGs)

Los pasillos de la planta baja de la Facultad de Psicología de la Universidad de Murcia muy concurridos de alumnos, ex alumnos, familiares y amigos. Unos cuantos profesores pasamos entre ellos buscando el aula de nuestro tribunal para evaluar los Trabajos Fin de Grado, el examen final que deben superar nuestros alumnos de último curso para conseguir su ansiado título de fin de carrera. Sus rostros, generalmente sonrientes, evidencian una mezcla de sentimientos que oscilan entre la preocupación, el nerviosismo, su avidez por enfrentarse cuanto antes al reto de exponer oralmente y en público sus trabajos, el entusiasmo de saber que muy pronto serán graduados en Psicología, a veces también la inseguridad porque algo pudiese salir mal.

   Entramos en el aula del tribunal número 5, que este año me ha tocado presidir junto a mis compañeros, también profesores,  Guillermo y Juan Pedro.  Vamos llamando individualmente a las once alumnas asignadas al tribunal y las escuchamos atentamente en sus brillantes exposiciones. Me sorprende gratamente el alto nivel académico de nuestras alumnas, el entusiasmo con el que defienden sus trabajos, que han de sintetizar en tan sólo diez minutos de exposición, la seguridad con la que responden a las preguntas y reflexiones del tribunal. Me sentí entonces muy orgulloso de mis alumnas y del trabajo realizado por todos durante los cuatro años de carrera.

   Ayer, viernes 4 de septiembre de 2015, disfruté intensamente de tan productivo acto académico, aprendiendo mucho de las interesantes aportaciones de mis alumnas y compañeros de tribunal, reflexionando sobre los medios y estrategias para mejorar la calidad de vida de los seres humanos, que es el objetivo principal de la Psicología. Y sentí que el trabajo que hacemos alumnos y profesores, profesores y alumnos de nuestra querida Facultad, es muy importante y beneficioso para nuestra sociedad murciana. ¡¡¡Enhorabuena a todos, y en especial, a los nuevos graduados en Psicología!!!     


domingo, 2 de agosto de 2015

La carrera de la playa y la luna llena

Más de mil corredores hacinados en la línea de salida. Se escucha el griterío, las risas, comentarios jocosos y oleadas de aplausos con gran expectación ante el inicio de la carrera. Pasadas las diez de la noche empezamos a intentar correr sin empujarnos, al principio todos en bloque y en seguida escapándonos a  nuestro ritmo individual. La carrera ha comenzado muy en serio, tan en serio que sólo se escuchan las pisadas y la respiración de los corredores. Me emociona ese silencio casi religioso, en plena oscuridad, donde se percibe el encanto de cientos de hombres y mujeres que nos esforzamos y luchamos por llegar a la meta.

   Ayer por la noche, el 1 de Agosto de 2015, disfruté plenamente de la segunda edición de la “Pinatar full moon”, una carrera popular que se celebra de noche aprovechando la luz de la luna llena, y que en el último tramo nos reta a correr por la orilla de la playa de la Llana, enfrentados al espesor de la arena, del que huíamos acercándonos al mar e inevitablemente mojándonos y embarrándonos hasta los tobillos. La oscuridad y la dificultad del terreno nos obligaba a correr muy concentrados en nuestras pisadas para prevenir tropiezos y caídas, al mismo tiempo que reíamos y nos advertíamos a gritos de los hoyos, montículos de arena y charcos de agua que continuamente se cruzaban en nuestro camino.  

   Ayer por la noche, cuando llegamos a la meta, contemplé fijamente la luna llena y me sentí  orgulloso de mi esfuerzo y el de mis compañeros de carrera. Muchos nos fundimos en un fuerte abrazo y nos felicitamos, sin importar el tiempo que habíamos empleado o nuestra posición en la carrera. Celebrábamos una gran fiesta, con la mezcla del cansancio y el sentimiento de una enorme satisfacción por haber llegado a la meta. Una fiesta aderezada por las ensaladas, fruta y bebida ofrecida por los organizadores, que devoramos con inmenso placer. Y sobre todo, una fiesta animada por el millar de corredores que nos sentíamos acompañados, cómplices y felices de compartir nuestra sana y loca pasión por correr. 

miércoles, 9 de julio de 2014

Martes con mi amiga Teresa

Sus numerosas obligaciones sólo le permiten que nos veamos un día a la semana, generalmente los martes o miércoles. Nos conocimos casi por casualidad, los dos paseando en bici por Murcia capital, y desde el primer instante sentimos una fuerte conexión entre nosotros. Planificamos nuestro primer martes con una excursión en bici, en dirección al Valle de Ricote. Quedamos a las 18 horas en la Biblioteca General de la C/ Juan Carlos I de Murcia, de allí fuimos al Campus Universitario de Espinardo, cogimos la Vía Verde del Noroeste, trazada sobre la antigua vía de tren que unía Murcia y Caravaca, atravesamos Molina de Segura y una vez llegamos al río, abandonamos la Vía Verde para girando a la derecha y siguiendo el cauce del río Segura, a tan sólo 700 metros descubriésemos un paisaje completamente diferente:  predominaba el  verde frondoso, decenas de chopos altísimos, el río expandido como un lago, la brisa suave aliviando el calor de aquella tarde, el dulce trino de varias especies de pájaros…. Literalmente tumbados a la orilla del río disfrutamos de la Naturaleza, del regalo de sus vistas, su aroma, sus sonidos, su tacto y su sabor a “cerezas y chocolate”, que fue lo que merendamos mientras contemplábamos una maravillosa puesta de sol.  Sentí la necesidad de abrazar a Teresa, pero no me atreví a pedírselo.

   El pasado martes planificamos algo muy poco habitual. Quedamos a las 21:30 en la puerta del cine Rex, uno de los pocos que quedan abiertos en la ciudad. También llevábamos comida para la cena en la mochila  -bocadillos, fruta y chocolate-. Hacía mucho calor en Murcia, pero conforme nos alejábamos de la ciudad, ya en el carril bici que bordea el río Segura, sentimos el alivio de una brisa sensacional. Nos desplazamos en dirección a Alcantarilla y paramos en la Contraparada, un azud o presa pequeña donde el río retiene su curso en forma de cascada. De forma inesperada, Teresa sacó un libro de su mochila y empezó a leer poemas de Mario Benedetti. Extendí mi toalla en el suelo, me tumbé y aproveché para sumergirme y concentrarme en las maravillosas sensaciones que estaba experimentando: la melodiosa y emocionada voz de Teresa, el mensaje de los poemas de Benedetti, el murmullo del río segura como “música de fondo”,  una intensa luz blanca que provenía de la luna llena, la brisa de la noche, la magia de la oscuridad.  Nos dimos un abrazo sincero, muy tierno, cariñoso, sentido y duradero, del que ninguno de los dos nos queríamos separar. 

   Eran las 2 de la madrugada cuando regresábamos a Murcia, también disfrutando al máximo de las bicis en el viaje de vuelta y en mi caso con la nostalgia de que concluía una noche muy especial para los dos. Una vez en el portal de la casa de Teresa, volví a abrazarla y nos dijimos con la voz un tanto emocionada:

-             - ¡Ha sido maravilloso, vivir tan intensamente lo que nos regala la Naturaleza. Una experiencia única, nos lo hemos pasado genial!

   Y yo le respondí:

  - ¡Hasta el próximo Martes, Teresa!